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© FEI | 11/02/2024 | Hildegarda de Bingen

Hildegarda de Bingen, la precursora de las ciencias naturales

Ciencia, medicina, música, filosofía, teología, pintura… prácticamente ningún campo del saber estuvo vedado a la que, sin duda, es una de las figuras más importantes de la Edad Media

11/02/2024

Hildegarda de Bingen nació en 1098 en el valle del río Rin (Alemania), en el seno de una familia de clase noble y acomodada. Dado que era la décima hija del matrimonio y debido a la mentalidad de su época, fue entregada como “diezmo” a la Iglesia y consagrada desde su nacimiento a la actividad religiosa, llegando a enclaustrarse en un monasterio a los catorce años de edad junto a su tutora, la condesa Judith de Spanheim.

Conocida como la sibila (mujer sabia a quien los antiguos atribuían capacidades proféticas) del Rin, desde pequeña padeció numerosos problemas de salud, sufriendo enfermedades de forma constante y llegando a manifestar que experimentaba visiones, síntomas que serían achacados por especialistas de la época contemporánea a un posible cuadro de migrañas crónicas y epilepsia.

En 1136 y con tan solo treinta y ocho años, fue nombrada abadesa del convento en el que vivía, en realidad un espacio habilitado para mujeres en un monasterio masculino. Posteriormente fundaría su propio cenobio, el monasterio de Rupertsberg, donde, dada la influencia que había alcanzado, pudo implantar sus reglas. De este prestigio y poder, tremendamente insólitos para una mujer en aquellos tiempos, ofrecen sobrada evidencia la correspondencia que mantenía con poderosos personajes de la época o el hecho de convertirse en la única mujer a la que se permitía predicar en iglesias y plazas públicas.

En lo referente a su legado escrito, son especialmente reconocidas sus tres obras maestras sobre Teología, así como las decenas de partituras litúrgicas que compuso para la misa. Pero Hildegarda fue también una científica brillante en su época, tremendamente interesada en el funcionamiento del cuerpo humano y las propiedades medicinales de hierbas, minerales y animales. En este campo dictó dos libros: Physica, centrado en diversos aspectos de las ciencias naturales, y Cause et cure, en el que pone el foco en la medicina, describiendo el origen de las enfermedades y su tratamiento. Además, superando el androcentrismo propio del ámbito médico (que, por desgracia, perdura hasta nuestros días), estudió el funcionamiento del cuerpo de la mujer como diferente al del hombre. En sus investigaciones, de hecho, abordó diferentes cuestiones relacionadas con el aparato reproductor femenino y llegó a ofrecer la que se considera como la primera descripción escrita del orgasmo en la mujer.

En una época de subordinación y desprecio por todo lo relacionado con el mundo femenino, Hildegarda de Bingen, a través de su propia experiencia, su obra y su discurso, promovió la igualdad entre hombres y mujeres en diversos ámbitos y, muy especialmente, en el de la ciencia. En este sentido, la abadesa no solo fue una adelantada a su época, sino que, muy probablemente, lo sería también en la actualidad. Y es que los estereotipos y sesgos de género continúan estando muy presentes en el campo científico donde, todavía a día de hoy, menos del treinta y tres por ciento de las personas que se dedican a la investigación son mujeres. Por ello, ochocientos cuarenta y cinco años después de la muerte de una de las figuras más relevantes de todos los tiempos, seguimos reivindicando la  importancia de que las mujeres estén representadas en igualdad de condiciones en todos los campos del saber, aportando nuevas perspectivas, talento y creatividad.

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